Fui el primero en llegar a tierra firme, debí de correr mejor suerte que los demás, apenas necesité bucear para conseguir salir del mar de escombros y salir pitado hacía la orilla.
Lo que después pasó fue cuanto menos curioso: el perturbado (aunque ahora ya no lo parecía tanto), saltó rápidamente al muelle desde un bote que sabe Dios como había subido y se dirigió hacía nuestro atacante. No se exactamente que le hizo, pero el caso es que el atacante parecía haber estado 3 o 4 horas dentro de un horno... ¿Qué era Kalat?
Realmente me sorprendí al verlo, y no pude evitar sonreír. Ni en mis mejores sueños contaba con vivir un aventura como aquella. Aunque también me sentí bastante furioso conmigo mismo, por mucho entrenamiento que llevara a cuestas, Karlat me superaba por goleada en todos los aspectos, contra eso no podía competir.
Y en ese momento decidí mandar al carajo mi careta, yo también quería ser un tipo duro. Aunque no sabía el tiempo que seguiría con esa gente, ya no me importaba tanto conseguir salir con vida de esa ciudad, sino mi objetivo principal, vivir aventuras. Hasta ese momento solo había estado mirando por la supervivencia y había abandonado la diversión; había llegado el momento de disfrutar de la vida.
Y así, con una sonrisa todavía mas ancha, me giré hacía el agua a fin de ver quien seguía vivo de mis compañeros, y mas importante, buscar algún barco que siguiera en condiciones de navegar; y si no lo había, luchar contra los Raspas. Había olvidado que era inmortal.